Escribir una novela romántica, tips que te ayudarán
Aunque es un género que siempre ha existido, y ha gozado de bastante éxito durante muchas décadas, la romántica parece estar viviendo una nueva edad dorada gracias a la apuesta de muchas editoriales por este género que ha enganchado a tantas lectoras en los últimos años. Y es que hay muchos hombres que también leen romántica, pero el target objetivo de este tipo de literatura son las mujeres, de la misma manera que la mayoría de libros destacados están escritos por autoras. La romántica se ha quitado de encima ese velo de ser “literatura menor” para reivindicar su sitio en las estanterías de todas las librerías del mundo, optando incluso a premios importantes que parecían estar hasta ahora fuera del alcance de este género. Autoras como Elisabet Benavente, Megan Maxwell o Jojo Moyes han logrado darle lustre a la Romántica en sus diferentes versiones, desde la más erótica a la chic-lit.
Escribir una novela romántica no es ni mucho menos sencillo, aunque muchos supuestos entendidos aseguren que los argumentos de estas historias son poco originales, y que los diálogos están muy trillados. Si eres fan de la literatura romántica ya has dado el primer paso para poder llegar a escribir algún día un libro de este tipo, porque al fin y al cabo uno debe ser, como se suele decir, cocinero antes que fraile, y leer mucha literatura de este género nos permitirá entenderlo mucho mejor, asimilar sus característica e interiorizarlas de la manera más eficaz para poder luego sacarlas a la luz con nuestro propio estilo. Una novela suele constar de un manuscrito de más de 60.000 palabras, y escribir tanto no es ni mucho menos sencillo, sea del género que sea. Conseguir que todo se haga coherente, que nuestros personajes tengan chispa y la gente empatice con ellos, será nuestro deber como escritora. Pero no te preocupes, porque aquí te vamos a dejar algunos consejos muy útiles e interesantes para iniciarte en la escritura de novela romántica.
Características de una novela romántica
Cada género literario tiene sus características propias que permiten encajar las obras en ellos. No se trata de clichés, ni de argumentos ya muy manidos, sino de una serie de características comunes que normalmente nunca suelen faltar en los libros de este tipo. Si somos lectoras de Romántica habremos podido comprobarlo por nosotras mismas, como muchos conceptos se repiten a lo largo de todas las novelas. Evidentemente, la principal característica de este género es que la trama debe orbitar alrededor de un romance, o de varios, dependiendo de la historia. La mayoría de novelas románticas están protagonizadas por mujeres jóvenes o de mediana edad, que suelen estar algo perdidas en la vida, o que no han tenido suerte encontrando el amor. La prosa suele ser sencilla, y los capítulos cortos, sin muchas descripciones, más bien con pensamientos de la propia protagonista. El narrador, en primera o tercera persona, consigue que empaticemos con ella.
La trama
Toda buena novela debe llevar una buena trama detrás, una historia que se desarrolle a lo largo de todo el libro y tenga puntos de inflexión en los que el lector se quede con la intriga para seguir leyendo, para querer descubrir mucho más sobre esa historia. Lo habitual es crear una trama con introducción, nudo y desenlace, en tres actos bien diferenciados. La trama principal, que suele ser la romántica, puede ir combinada con otras tramas secundarias, que tengan que ver con el trabajo, la familia, etc… O también con personajes secundarios que aporten algo diferente a la trama principal, para no dejar sola a la protagonista con todo el peso de la acción. La trama deberá dosificarse de manera inteligente a lo largo de los capítulos, para conseguir enganchar a las lectoras y que estén deseando leer un poco más.
Desarrollo de personajes
Si la trama es importante, lo cierto es que los personajes lo son aun más, porque siendo sinceros, las historias románticas ya se hacen un poco repetitivas después de que este género haya lanzado tantas y tantas historias que son prácticamente iguales. El punto en el que nos podemos diferenciar es precisamente el de los personajes. Podemos caer en los clichés de la chica buena conoce al chico malo y su atracción es absolutamente irresistible, o también buscar nuevas alternativas que sean más frescas y originales. Nuestros personajes, eso sí, deben estar bien planteados y desarrollados. No podemos quedarnos solo en unos pocos atributos, debemos mostrar que son personas reales, de carne y hueso, que sienten y padecen, que tienen problemas como todo el mundo, incluso contradicciones. Y no hablamos solo de la protagonista, aunque está claro que es el personaje que mejor debemos desarrollar, sino también de los secundarios, para colorear mucho mejor la novela.
Hablemos de los conflictos
En toda buena historia debe haber un conflicto, porque eso es lo que hace que avance. No estamos hablando de tener que encontrar la cura a una enfermedad mortal antes de 24 horas, porque es algo que no suele ir mucho con la romántica, pero sí de un conflicto que sea realista y que haga que la historia se mueva. El conflicto puede ser algo interno, la protagonista que se debate entre dos hombres, por ejemplo, o puede ser algo externo, la protagonista que ha visto cómo su vida se rompe por una infidelidad y que ahora tiene que enfrentarse a una manera diferente de vivir. Los conflictos son lo que permite que haya acción en la historia, así que debemos meter a nuestra protagonista en muchos líos y hacer pensar al lector que no va a poder salir de ellos, para que se mantenga atento a la lectura y no quiera soltar el libro.
La importancia de un buen final
Hay escritores de mapa, que tienen todo planteado antes de empezar a escribir y saben exactamente lo que va a pasar en cada capítulo, y luego hay escritores de brújula, que simplemente crean una premisa y se dejan llevar. Esto último suele ser lo más habitual, pero puede volverse complicado cuando no sabemos exactamente qué final darle a nuestra historia. Y es que el final debe ser adecuado y dejar con buen sabor de boca a nuestros lectores, lo que no significa que deba ser un final feliz a toda costa. Tendremos que dotar de coherencia ese final a lo largo de todo el relato, llevando la acción hasta ese punto para que, al llegar a él, el lector piense que era la única manera de terminar el libro, y aun así, le sorprenda.